Hablar de la celebración de las V JORNADAS DE FILOSOFÍA DE COÍN. FILOSOFÍA EN FEMENINO es pensar en la consolidación de las mismas en la vida cultural de la localidad, una ciudad en la que como le gusta decir a nuestro querido paisano Javier Muguerza hay más filósofos/as por metro cuadrado que en Atenas. Quién podía imaginar al comienzo de tan feliz y genuina iniciativa que diez años después, el destino, travestido al efecto bajo la forma de “los mercados”, volvería a depararnos algo más en común –esta vez- con todos los pueblos del mediterráneo europeo, entre otros. Pueblos a los que en estos momentos quizá convendría recordar cómo las máximas expresiones del daimon griego, de la filosofía, emergen habitualmente en momentos de crisis. No en vano es entonces cuando necesitamos más que nunca de un pensamiento que ponga en valor ideas capaces de inspirar nuevos y más amables modelos de convivencia y transformación social. Es posible no obstante que se prefiera cuestionar la oportunidad de unas Jornadas como la que nos ocupa en los tiempos que corren, cuando los males que tradicionalmente han recaído sobre las mujeres, a saber, las dificultades para acceder al empleo, la precariedad laboral, los bajos salarios o la falta de autonomía para la toma de decisiones –manifestaciones de la violencia estructural de la sociedad patriarcal- trasvasan las barreras de género y, el común de los mortales parece no estar para “tiquismiquis filosóficos”. Tanto más cuanto se traten de tiquismiquis filosóficos de género (o “subgénero” como alguien pudiera pensar).
El feminismo tiene sin embargo “tanta edad como en su día la de las mujeres que experimentaron sus opresiones y encontraron alguna fórmula, teórica y/o práctica, para darles forma. Y la de algunos hombres que fueron sensibles para con los problemas de las féminas” i.
Entre ellos se encuentran Françoise Poullain de la Barre y Gilles Ménage en plena Edad Moderna. El primero, para demostrar que la desigualdad entre los sexos no tiene fundamento racional, traslada al ámbito de las costumbres la crítica al “prejuicio” que Descartes había implantado en la metodología de las ciencias y deduce que el sentido común, el bon sens o capacidad autónoma de juzgar, es un don poseído también por las mujeres, “un universal”. Latinista y gramático de fama, el segundo, Ménage publicó en 1690 su Historia mulierum philosopharumii para que los estudiosos de su época supieran que ya en la Antigüedad hubo pensadoras –encontró hasta 65, bastaba “mirar” hacia el pasado-. Pero principalmente lo hizo en honor a sus amigas, para que lo supieran las propias mujeres que en aquellos momentos estaban construyendo pensamiento y aspiraban a la palabra, “las preciosas”. En aquella especie de diccionario, poco antes de morir, les demostraba que no eran las primeras y que tampoco constituían la “excepción”, a menudo tan incómoda. Y aunque no todas podían leer en latín, contaban con modos propios de acceder al contenido del texto, “la cultura de la conversación”, capaz de proporcionar los elementos necesarios para que ese acceso fuera posible. Hoy, cuestionado el prejuicio y a sabiendas de una tradición que nos avala también en el contexto de la filosofía españolaiii, las motivaciones del octogenario Ménage –visibilizar y tal vez animar o concienciar- seguirían estando vigentes para justificar la celebración de estas Jornadas… Tanto más cuanto que gozamos, como en anteriores ediciones, del privilegio de contar para ello con el espacio público que nos otorga la nave del Convento de la Encarnación.
En cualquier caso, convendría recordar además que en su devenir histórico y a pesar de sus múltiples definiciones (independiente, utópico, radical, de la igualdad, de la diferencia) el feminismo hay que entenderlo como un movimiento que surge y se desarrolla en el seno de sociedades en crisis permanente. Un mundo en el que los modelos o arquetipos a imitar ya no existen como tampoco existen las situaciones ideales. La posmodernidad significa precisamente eso, a saber, que la realidad es mucho más compleja e inexplicable de lo que suponíamos. Y la sociedad actual constituye un ejemplo privilegiado de esa complejidad, algo a lo que Prigogine denomina -en el ámbito de la física- “estructuras disipativas”, a saber, aquéllas que están sujetas a un proceso de evolución y cuyas formas se mantienen con un gran consumo de energía. Cuanto más compleja es una estructura de este tipo, más energía requiere para mantener todas sus conexiones siendo por ello más vulnerable a fluctuaciones internas. Esa inestabilidad interna constituye la clave de la transformación, y la transformación sucede siempre a partir de la conducta de un pequeño grupo de partículas, de células o de individuos que actúan en la dirección privilegiada del cambio, del salto cualitativo, del progreso. El movimiento feminista bien podría ser el elemento fundamental del cambio. La aventura está servida iv
Josefina Bernal González
24/10/2012
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i AMORÓS, CELIA: “El acta de nacimiento del feminismo”. El País, 15 de septiembre de 2012
ii Historia de las mujeres filósofas. Herder Barcelona, 2009. Trad. Mercé Otero Vidal. Introducción y notas de Rosa Ríus Gatell.
iii PULEO, ALICIA H. (1996): “Pensadoras españolas” en VVAA: Las filósofas. Madrid, Cátedra, Univ. de Valencia e Instituto de la mujer. Colecc. Feminismos.
iv SENDÓN DE LEÓN, VICTORIA ( ): “El feminismo visto por sus protagonistas”
en FOLGUERA, PILAR (Ed.): La filosofía en España. Dos siglos de historia. Madrid, ed. Pablo Iglesias, 2007
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